Impartir una clase con sentido del humor tiene un gran impacto en la enseñanza. Al menos así lo asegura Begoña García, doctora en Psicología y profesora titular de Educación y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid.
En los niños es fácil escuchar la risa y, por eso, se muestran más felices. Sin embargo, según avanzamos en edad vamos perdiendo esta capacidad y nos cuesta más reirnos porque la sociedad, la situación laboral y otros problemas no acompañan en esta labor.
Begoña García apunta que el humor no es privativo de los cómicos y que el profesor que lo aplica en sus clases conseguirá grandes logros. No son pocos los estudios que aseguran que es saludable y aporta sensación de bienestar y ayuda a no dar vueltas y vueltas en la cabeza a un problema. Pero este humor hay que trabajarlo y buscarlo.
«Si se aplica en la enseñanza se logrará que los alumnos estén más motivados para aprender y les será más fácil retener la información que reciben que si se les suelta un sermón teórico que les resulte aburrido. Además, mejora el clima y el ambiente de clase, tanto con el profesor como entre los compañeros, y fomenta la creatividad, porque si hay censura y miedo en el aula es imposible aportar nuevas ideas y crear».
También considera que aumenta la atención, la memorización y el rendimiento, al tiempo que contribuye a reducir el estrés, la ansiedad y el aburrimiento ante una materia.
«Pero no nos equivoquemos —advierte— el primer beneficiado de impartir una clase con sentido del humor es el propio docente, y después su alumnado, porque tendrá el placer de impartir su clase a unos estudiantes totalmente motivados, lo que es muy gratificante».
Todo se puede explicar con humor
Begoña García está en contra, por tanto, de todos aquellos que consideran que aplicar el humor en el aula es una pérdida de tiempo, que supone hacer el tonto y que se dejan de impartir parte de la materia. «Cualquier contenido se puede explicar con humor desde matemáticas a estadística o historia».
Para conseguirlo, el profesor debe, en primer lugar, disfrutar con lo que hace, desarrollar actividades lúdicas relacionadas con la materia, mostrar su sonrisa, transmitir ilusión y buena actitud ante los errores y ser flexible.
En este mismo sentido, la doctora en Psicología recomienda una serie de pautas para el docente: no intentar aportar sentido del humor contando chistes, conciliar el ambiente lúdico, usar de manera limitada las actividades divertidas (no debe aplicarlas durante toda la hora de clase), aplicar un humor positivo y constructivo adecuado para cada edad, procedencia étnica..., y aprovechar el humor espontáneo...
Técnicas para aplicar en clase el humor
—Realizar juegos dirigidos: todos los alumnos, por ejemplo, se ponen de pie al pricipio de la clase y con actitud positiva se saludan por su nombre para que se conzcan todos, pierdan la vergüenza, el miedo al ridículo. Hay muchas aulas universitarias donde los alumnos no se conocen entre ellos.
—Relajación: en parejas o grupos se pueden dedicar 5 o 6 minutos a ejercicios de respiración y a tener pensamientos felices y positivos. ¡Qué mejor forma de emprender una materia!
—Diseñar un rincón del humor: con fotos o dibujos que los alumnos hacen con motivos divertidos al profesor, para que todo el mundo lo disfrute. Cuando alguien esté preocupado o triste puede acercarse a este rincón para levantar su ánimo
—Utilizar un diccionario positivo: en el que sustiyen algunas palabras como fracaso, frustración... por otras con mensajes positivos.
—Realizar actividades que enseñen a no rendirse nunca y que trabajen el valor del esfuerzo para conseguir objetivos.