Mi hijo/a nunca me obedece
De los 2 a los 4 años empiezan las rabietas: es muy molesto lidiar con ellas,pero son una parte muy importante en su desarrollo. Normalmente, van acompañadas de "desobediencia" y, a veces, eso puede poner en peligro la convivencia del niño o niña con sus iguales o su propia integridad física. ¿Qué hacer?
1. Las emociones no son malas. Nunca.
Enseñar a los niños y niñas que hay algo intrínsecamente malo en la ira, la tristeza, las lágrimas...solo genera personas adultas con problemas emocionales, dificultad para expresarse y constantes sentimientos de invalidación. Además, mina la autoestima (tus problemas no valen,no sirven,no son suficientes) y dificulta un correcto desarrollo psicoafectivo.
Lo adecuado es que aprendan a canalizar adecuadamente sus emociones, no a reprimirlas: primero, debemos ayudarles a identificarlas, luego a canalizarlas de la forma que menos disturbios suponga y,posteriormente, llegada la adolescencia, a auto-responsabilizarse de sus sentimientos.
2. Hablar en positivo
Gritar y dar órdenes cual sargento suele producir reacciones de miedo... o de indiferencia. La voz debe ser serena y firme, y las instrucciones deben ser comprensibles, explícitas, claras y muy ordenadas: los niños y niñas son niños y niñas... no son brujitos que pueden adivinar tus intenciones y deseos en una bola de cristal ;)
Si lo que deseas es que recoja los juguetes del suelo un "Pero, ¿QUÉ ES ESTO?" funcionará, sin duda, PEOR, que un "Tienes que recoger tus juguetes del suelo y ponerlos en esta caja". Recuerda no dar demasiadas instrucciones a la vez.
3. Adivina, adivinanza
¿Qué quieres de él o ella? ¿Que sea "bueno/a"? ¿Realmente un niño o niña pequeña es capaz de dilucidar algo de esa petición? Normalmente, no.
"Quiero que seas bueno en la cena" es poco funcional: "No te levantes a jugar en medio del restaurante ni grites porque ocasionas molestias a las demás personas" refiere a una conducta concreta y explícita, es más fácil de comprender que aludir a cosas tan difusas como la bondad. Además, argumenta el por qué de vuestra petición: así se acostumbrará a ver que sus familiares le piden que se comporte de determinada manera por un buen motivo y que vuestras palabras no obedecen a caprichos aleatorios.
4. Explicaciones
A ciertas edades, hay cosas que no puedes pararte a explicar: si tu hija de 3 años sale corriendo en dirección a la carretera, en un primer momento, te será difícil ponerte a argumentarle sobre la vida y la muerte. Es completamente lógico. Pero, enlazado con lo anterior, una sucesión indefinida de órdenes sin motivo, día tras día (y no nos engañemos, porque acabarán siendo a veces contradictorias) pueden dar lugar a un/a adolescente extremadamente rebelde, que se siente incomprendido y que, además, duda de tu criterio y hasta de tu cordura. "Porque sí" no es un argumento
5. Mensajes TÚ
Se critican las conductas y las acciones, no las personas: además, las etiquetas se pueden convertir en profecías autocumplidas. Si tu hijo pega a un compañero en la guardería, debes explicarle lo mal que se encuentra su compañero, desarrollar su empatía y decir que lo que ha hecho está muy mal, no que es "malo".
Las amenazas tampoco son nada efectivas: o bien puedes cumplirlas, y a menudo eso es demasiado cruel (porque son amenazas, lo cual implica que son advertencias de castigos extremadamente desproporcionados), o bien acabará "inmunizándose". Y si las cumples, puedes acabar generando más miedo que respeto en él o ella, y nada de apego.
6. Refuerzo
No todo se trata de castigo, ¿verdad? Si tu hija o hijo está haciendo bien las cosas, bueno es reconocérselo: todo el mundo necesita una palmada en la espalda de vez en cuando, y no vivir bajo el yugo constante de la obligación y el deber. Eso no quiere decir que no se deba inculcar cierto sentido del deber en los y las peques, pero sí implica que debemos recompensar con afecto y refuerzo que esos deberes están siendo cumplidos.